-Hola Ro - dije con ese todo desvergonzado que me caracteriza
Más tarde Mamá me diría que se le hizo extraño que yo supiera su nombre. No, no es que ella ya me gustara, se me hacía chévere saludar a la única bailarina que quedó despúes del curso de verano. Yo seguí peleando por largo tiempo con mis puntas, mi segunda y mis jettés y ella siempre estuvo a mi lado como las sobrevivientes del curso de verano.
No pasó mucho tiempo para que nos acompañáramos a la salida de la clase. Ella se iba hacia el sur y yo caminaba otras dos cuadras para llegar a la parada del transporte público. Tal vez para ese entonces ya había en mi cabeza algo hacia esa bailarina, porque prefería irme en combi y dejar mi carro en casa con tal de a la salida caminar esas 3 cuadras mientras ella se reía de cualquier cosa que decía. Me acuerdo que me gustaba que me nos despidieramos con un beso en la mejilla (me sonrojé con recordarlo).
Así pasaron varios meses hasta que nuestra amistad empezó muy formalmente con un paseo para ver las ofrendas del día de muertos. Ese día fuí a su casa por primera vez y salimos con Bryz, una de nuestras amigas en común.
De más está decir que nos divertimos muchísimo.